Siempre se ha relacionado a los extraterrestres con seres que poseen una tecnología muy superior a la humana; seres que llegarán a invadirnos para apoderarse de nuestras riquezas, a quienes les llama poderosamente la atención el agua y otros recursos naturales, como algunas piedras.
Los extraterrestres existen entre nosotros, tienen un tipo de sangre extraña, algunos son tan flacos como unos esqueletos, apenas forrados por un pellejo que se muestra muy débil, ya que la fuerza de los extraterrestres consiste en sus grandes dotes mentales y, obvio, la tecnología capaz de cruzar fronteras sin sufrir ningún tipo de averías.
¿Acaso los extraterrestres poseen algún sofisticado sistema de comunicación? Esta pregunta es algo impertinente, ya que la respuesta es por todos conocida: claro que sí, la comunicación es de otro mundo, valga la redundancia; sin embargo, este aspecto no es el que más los distingue en tanto que seres foráneos. Mucho se ha especulado al respecto; pero yo los conozco, yo sé bien cómo son ellos; puedo afirmar que algunas de esas especulaciones se acercan a la verdad…
Los extraterrestres no tienen nada que ver con aquella canción que popularizó una película mexicana, ya no recuerdo los protagonistas, que decía: “Los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando el Cha-cha-chá”. Los extraterrestres no son tan inocentes; por tanto, también debemos descartar a Jesús, dado que su bondad es inusual en esos seres; pero es importante que aclare que los extraterrestres no poseen nuestros códigos éticos y morales, sus acciones solo son movidas por necesidades o por estrategias de sobrevivencia. Los extraterrestres no conocen la cultura del amor al prójimo ni la del respeto a toda criatura viva.
El cine se ha cansado de inventar en torno a la existencia de los extraterrestres. Desde Attack on the black –producida en El Reino Unido–, pasando por Star Wars, Alien, La invasión de los ultra cuerpos, Ultimátum a la Tierra, Los Guardianes de la galaxia, El Depredador, Distrito 9…, y pare usted de contar: en todas estas y en el noventa y ocho por ciento de lo producido, los extraterrestres vienen preparados para invadirnos con violencia extrema, convirtiéndonos en zombis, acabando con todo rastro de vida. Las naves tienen poderes especiales, capaces de enviar rayos aniquiladores a larga distancia y a una fantástica rapidez.
Hollywood parece haber tenido información previa; parece que los organismos de ufología de Estados Unidos les pasaron información privilegiada de algunos acontecimientos ocurridos con los extraterrestres en diferentes partes del planeta; por cierto, ya J. J. Benítez había publicado pruebas irrefutables de la presencia de los extraterrestres en el planeta desde hace miles de años, estamos hablando de pruebas arquitectónicas, pictóricas, entre otras.
Lo que más me asombra es que esas características que tanto el cine como algunos especuladores han detallado en los extraterrestres, coinciden, en su mayoría, con los alienígenas que yo conozco. Pero yo puedo ofrecer fotos y filmaciones –sin ningún tipo de montaje ni filtro ni truco de inteligencia artificial–, que demuestran la existencia, sin ninguna duda, de seres extraterrestres.
Recuerdo las placenteras lecturas de los libros de Isaac Asimov y Ray Bradbury. Pese a que estos autores les dan un tratamiento más creativo a nuestra relación con los extraterrestres, no deja de existir en muchos de sus textos una atmósfera con una fatalidad inminente. Pero es muy hermoso, en el caso de Bradbury, en la parte final de su magistral Crónicas Marcianas, cuando la familia humana se acerca a un pozo de agua y en el reflejo ve a los extraterrestres que tanto había anhelado ver, que tanta curiosidad les había generado.
Esos son los mismos que yo conozco; pero estos borran sus rostros en los pozos de sangre, y por sus venas y arterias corre el petróleo refinado y robado a otras naciones; son verdes, es cierto, sus pieles tienen el tono del dólar. Esos son los que yo conozco: los que han destrozado al planeta; los que han realizado dos Guerras Mundiales; los que han invadido a países débiles y les han ultrajado, violado y robado sus riquezas. Los que poseen armas de largo alcance y crean guerras para venderlas y probar sus eficacias. Los que poseen redes sociales para vigilar o controlar.
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Yo los conozco: son dueños de las corporaciones más poderosas para legalizar el crimen, para destrozarnos la alegría; jamás han demostrado ningún interés por conservar la vida de nuestro presente ni de nuestro futuro; yo sé quiénes son. Se deslizan por el mundo sembrando hogueras y hongos, creando virus y bacterias, fabricando venenos en serie y obligándonos a beberlos a través de la omnipresencia de la publicidad. Hollywood no debe ir tan lejos, los tiene en su propio país; aunque también en Europa y otros continentes.
Ellos no sienten afecto por la Tierra, salvo las ganancias que pueden darle el oro, el petróleo, el níquel… No son flacos, al contrario, engordan habitando oficinas desde donde pueden planificar nuestra transformación en seres manipulados, idiotizados, alabando los falsos dioses por ellos creados. Ya asesinaron al océano, ya todo lo han convertido en desierto; son ellos, sin ninguna duda, los extraterrestres.
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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.
Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).
Ha publicado:
En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).
En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).
(Tomado de eldienteroto.org)
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